Un escritor -ya lo decía Thoreau- es alguien que no tiene nada que hacer y encuentra algo para hacer. Las habilidades que se necesitan para escribir novelas -ser empático, saber escuchar- las estamos aplicando en la vida día a día. Prestar atención es un oficio naturalmente humano. La diferencia es que tengo la misión de hacer algo con esas habilidades. Tampoco soy muy veloz para escuchar, por eso lo hago con mucha, mucha atención.
Todo discurre con tanta suavidad en la literatura de Richard Ford, incluso cuando los personajes se precipitan cuesta abajo hacia el desastre, lo cual sucede a menudo, que sorprenden ciertos arrebatos de su personalidad, que podrían describirse de manera novelesca como temperamentales.
Sus cuentos y novelas son la materia que se pone como ejemplo de buenas prácticas literarias desde hace años. El personaje como núcleo de la historia. Los diálogos como motor de la trama. Mostrar en vez de explicar, y si acaso mostrar lo justo. Escribir sobre lo que se conoce. Crear un arco de conflicto y tensión que provoca el cambio de los personajes.